domingo, 28 de noviembre de 2010

Cínico

En la vida llegué a imaginar conocer a una persona tan fría, jamás. No sé si quiera si se le puede llamar persona, porque a mí me han enseñado desde pequeña que para ser humano hay que respetar, hay que tener alma; ¿pero él? ¿Él qué tiene? No tiene conciencia, ni es consciente del daño que hace. Le da exactamente igual quién sea, su único propósito es hacer daño de la manera más cruel posible. Le gusta ver el miedo, el dolor, le gusta verse superior, dueño del futuro ajeno; le gusta sentir que el destino de alguien está en sus manos. ¿Cómo lo consigue? ¿Cómo consigue que todo el mundo le tema y no se subleve? Lo peor de todo es su cara de ángel, que inspira confianza y te hace confiar en él todo. Hasta que dejas de convenirle y deja de necesitarte, entonces, le da igual hacerte daño, y le da igual, pero si te hace daño mejor, porque se siente bien con ello, su fin en esta vida es la felicidad, al igual que todos los humanos, pero su felicidad se consigue a partir del daño que pueda causar de los demás. Hablar sin saber, extender sin entender, juzgar sin preguntar, y si no tiene recursos no le importa inventar. No hay definición posible para este ser. Me das asco, si hubiera nacido como tú me hubiera despreciado de tal forma que no me hubiera importado suicidarme.

martes, 23 de noviembre de 2010

Me gusta beber café, me encanta el café con leche de sobre calentito o el bombón con hielo como sustituto del batido de chocolate; pero sin embargo odio el sabor que se te queda después de tomarlo, me recuerda al sabor que tienes en la boca cuando te despiertas, y lo odio. Así que, siempre que bebo café suelo comer un chicle después. Mis chicles favoritos, sin duda, son los de melocotón. Me resulta el sabor más agradable y el que más tiempo dura, lo que pasa es que no puedo hacer pompas con los chicles de melocotón que mi madre compra, porque están demasiado duros, así que me conformo con el sabor. Odio quemarme la lengua. Odio beber café que esté tan sumamente ardiendo que se me queme la lengua y esté dos o tres días con ese escozor ardiente horrible. Realmente me gustan más las bebidas frías, odio beber agua templada, sea verano o invierno. Me encanta llegar del instituto muy cansada y teniendo sed desde por lo menos la quinta hora y llegar a mi casa, coger mi botella de agua de medio litro y beberme más de la mitad a tragos para quitarme la sed. En invierno, después de comer, me encanta tumbarme en el sofá y poner la tele bajita para dormir con mi manta de tigre durante un par de horas, porque mi padre se encarga de despertarme con su dulce voz. Odio también que me suene el despertador por las mañanas, sobre todo para ir al instituto. Lo pongo a las 7 y 20, pero lo retraso por lo menos dos veces, por eso siempre llego tarde (lo siento, Paula :S). Nunca suelo desayunar por culpa del tiempo, pero tampoco es que me importe mucho.
Me encanta comer chocolate con galleta. El nestlé jungly sobre todo. Me encanta abrirlo y ver qué animal sale en la ficha de cartón que viene con cada tableta. Me gusta mucho dormir, me pasaría la vida durmiendo como una marmotilla. Me encanta dormir en invierno tapada hasta las cejas con mi monstruo de las galletas conmigo y con el móvil al lado de la almohada por si acaso alguien me necesita. Me gusta escuchar a la gente. Me gusta que me cuenten, me gusta contarles, me gusta ayudarles, me gusta cotillear también, ya que estamos. Me gusta mucho ir al cine y como excusa comprarme palomitas y ver cualquier película, pero por desgracia eso sólo podía hacerlo cuando el cine no costaba 8 euros. Odio que la gente me mienta, me esconda cosas o que me ponga otra cara cuando no estoy, odio la falsedad. Odio cuando se crujen los dedos cerca de mí, pero sin embargo yo lo hago constantemente. Me pone nerviosa y de muy mala leche la gente que tartamudea y me dan ganas de hacer atrocidades. Cuando me pongo nerviosa me muerdo la piel de alrededor de las uñas de las manos, por eso siempre tengo los deditos rojos y con heridas. Cuando estoy nerviosa suelo evadirme con la gente, siempre intento hablar de otros temas o incluso hablo de alguno que me preocupe especialmente cada cierto tiempo simplemente para desahogarme y explotar. Me gusta mucho hacer ironías, pero ODIO que me las hagan a mí, porque no pillo absolutamente ninguna y siempre quedo mal. Al igual que odio que la gente intente ser graciosa y lo que digan no tenga gracia alguna, pero luego, yo me abstengo a contar historias graciosas porque consigo estropearlas de la manera más vil. Me gusta ver a mi abuela reír. Como lo hace tan poquitas veces, cuando lo hace lo valoro mucho más. Odio los cambios de humor de la gente. Me desconciertan, me preocupan, me hacen cambiar de humor a mí misma. Odio depender de alguien, pero suelo hacerlo mucho. Soy muy cariñosa, creo que es mi mayor virtud, aparte de la de empatizar. Odio que me contesten mal, me lo tomo siempre fatal y me pongo muy triste con facilidad, pero también es muy fácil hacerme reír. Me gusta mucho que me hagan reír.

domingo, 7 de noviembre de 2010

"Nueve meses son un suspiro"

Ahora he empezado a darme cuenta de cuánto echaré de menos tener 5 o 6 años y estar con vosotras grabando vídeos de los Black Eyed Peas y pintándonos la cara. La cantidad de cosas que podíamos hacer con dos muñecos del Cluedo, que no fuera jugar a él. Ahora me doy cuenta de cómo pasa el tiempo y de cuánto tiempo hace que no hablamos. Me he dado cuenta de que ni me enteré de que te tintaste el pelo, de que ni me acordé de que te ibas en septiembre todo el curso, y de que no tengo absolutamente ni idea de con quién andas liándote, ni de las movidas que te ocurren en Canadá. Como tú dices, nueve meses son un suspiro, y en cuanto vuelvas intentaré quedar contigo en una cafetería y recordar aquellos viejos tiempos, aquellos tiempos en los que la felicidad se basaba en jugar y reír.

martes, 2 de noviembre de 2010

Sinceramente, he estado buscando una foto antigua que saliéramos las dos, pero no me ha gustado ninguna. Cómo podía ser tan fea, dios mío... Bueno, lo cierto es que parece que aunque hubiésemos perdido prácticamente todo el contacto, nos hayamos insultado en alguna ocasión (que no me lo has dicho, pero me parece que con lo que me dijiste de las visitas de mi tuenti es evidente) etc, etc... aún seguimos conservando aquella confianza. La verdad es que me sentí muy bien al comprobar que después de toda las circunstancias podamos seguir hablando como hace 3 años, y me alegra saber que aunque no seas una persona con la que quede diariamente pueda contar contigo igual. Gracias, aunque no me dejes dártelas, gracias una vez más por volver y por demostrar que sigues ahí, Celia.